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Panerai, el oficio de Giovanni Panerai

Tras décadas y décadas dedicadas a la armada italiana, Officine Panerai comenzó a centrarse en el mercado civil empleando todo lo aprendido en su trabajo para el ejército. Sus relojes, pues, son ejemplo de precisión, resistencia y durabilidad.

Sobre una de las casetas para negocios construidas sobre los pilares del mismísimo Ponte alle Grazie, un viaducto que salvaba el río Arno a su paso por la ciudad de Florencia, Giovanni Panerai abrió en el año 1860 un pequeño local dedicado a la relojería. En aquel pequeño establecimiento, que funcionaba como tienda, taller y escuela de relojería, la primera que se constituyó en la ciudad, comenzaba la historia de Officine Panerai.

Los primeros pasos de la relojería comenzaron importando piezas, calibres e instrumentos de prestigiosas fábricas suizas. Desde aquella primera ubicación y las que le sucedieron, en la via Cavour, Cimatori, le Volta, Bixio, Amici, piazza Galileo Ferraris y finalmente el palacio arzobispal florentino, junto a la basílica catedral metropolitana de Santa María de la Flor, distribuyó desde relojes completos hasta recambios y accesorios de todo tipo. La razón del taller no era otra que armar los relojes. Era frecuente que, en aquellos daños, aunque se adquiriese un guardatiempo completo, estos llegasen por ensamblar.

El buen hacer de la firma, que por entonces se hacía llamar Orologeria Svizzera («relojería suiza»), la convirtieron en un concesionario oficial de algunas de las más notables marcas suizas. Hablamos de Rolex, de Patek Philippe, Longines o Vacheron Constanin. La fama que merecidamente se granjeó hicieron que se convirtiera en suministradores oficiales de materiales para la medición del tiempo de la Regia Marina, la armada real italiana creada precisamente un año después del establecimiento de la tienda, en 1861.

Aquellos caminos que comenzaba a transitar Panerai provocaron que paulatinamente, más allá de ensamblar y suministrar relojería, comenzaran a modificarla y fabricarla. En el año 1916, tras años de suministro al ejército del país, dieron un paso más creando un material que a partir de entonces se convertiría en imprescindible de sus creaciones y de las de otras marcas. Se trata del Radiomir, un polvo que obtenían a través del radio y que a toda clase de superficie a la que se aplicase le confería la cualidad de la luminiscencia.

A las puertas de la desgraciada Segunda Guerra Mundial, Panerai daba un paso más y comenzaba con sus primeros relojes, primitivos prototipos del modelo que en un tiempo tomarían el mismo nombre del polvo luminiscente que concibieron, Radiomir. Eran relojes para los comandos de submarinistas del Primer Cuerpo Submarino de la Armada Real Italiana, piezas que conservan en la actualidad rasgos distintivos como los cuarenta y siete milímetros de la caja de acero con forma de cojín, los números e índices luminiscentes o el movimiento mecánico de cuerda manual.

De nuevo, las exigencias del ejército hicieron que los artesanos de la manufactura se esforzasen en satisfacer sus necesidades y consiguieron mejoras en la resistencia de las cajas, que a día de hoy podemos disfrutar en relojes como el Radiomir 1940 Edición Limitada, y también en su famosa sustancia luminiscente, que evolucionó y se convirtió en Luminor. Y con ella, los relojes también tomaron la nueva denominación y crecieron en prestaciones, incorporando a su construcción un puente protector alrededor de la corona, reforzadas asas, así como un bisel más plano y ancho.

Décadas después, y varios relojes más por el camino, también destinados a los militares italianos, Officine Panerai se abrió al gran público en el año 1993 con su primera colección formada por tres series de relojes creados en una edición limitada. Se trataba del Luminor, el Luminor Marina y el Mare Nostrum, que se inspiraban en los modelos creados para los comandos italianos de la Segunda Guerra Mundial. El éxito y la gran aceptación del gran público hizo que la firma comenzase a dedicar esfuerzos al mercado civil.

El camino hacia la alta relojería y la total popularidad se produjo menos de un lustro después, el 1997, con la compra de la firma por parte del grupo Richemont, por entonces conocido como Vendôme. La adquisición permitió la distribución de sus creaciones por toda italiana, por el resto del mundo, la evolución de su trabajo y finalmente, en el año 2005, la fabricación del primer movimiento de la manufactura de Officine Panerai.

Toni Castillo
Toni Castillo

La curiosidad a veces me pierde y la inquietud hace que me embarre. Pero sin la una y la otra no sería lo que soy. Me gusta lo sencillo, lo simple, tener respuestas y, si no las encuentro, sacar enseñanzas. Levantarse si se cae. Andar y no parar. Sin la tecnología no sería nadie, pero sin un pedazo de papel y un lápiz me encuentro perdido. De ciudad, pero de campo. De mar, pero de montaña. Hedonista de las pequeñas —y a veces grandes— cosas. Definirse no es sencillo, pero al menos lo he intentado.