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Montblanc, la excelencia como identidad

Fundada en 1906 al amparo de la popularización de las plumas estilográficas, Montblanc ha sabido hacer de la excelencia su seña de identidad y del perfeccionamiento su razón de ser. Así, ha llegado hasta nuestros tiempos en lo más alto.

Entrar en el siglo XX fue sumamente estimulante para inventores y artistas. La oportunidad de escribir desde el principio toda una historia y marcar el devenir de las décadas de la modernidad, era un aliciente para ellos. Uno de los inventos que a principios de siglo más interés despertaban eran las estilográficas, con un aumento significativo de registro de patentes y producción.

El interesante nacimiento y perfeccionamiento de un útil de escritura tan especial como la pluma no pasó desapercibido para el banquero de Hamburgo, Alfred Nehemias, y el ingeniero berlinés, August Eberstein, y se unieron en 1906 para comenzar a producir estilográficas simplicissimus. Poco después se sumarían al proyecto Wilhelm Dziambor, Christian Lausen y, finalmente, Claus Johannes Voss, quien tomó las riendas de la vertiente más puramente empresarial.

Primero bajo el nombre de Simplo Filler Pen Co., presumiblemente salido de la denominación simplicissimus o de la simpleza del nuevo diseño de pluma con cartucho de tinta integrado, y más tarde con el de Montblanc, dado según la leyenda por la analogía que un familiar de uno los socios hizo de la popularidad de sus estilográficas con la del pico más alto de la Europa occidental, la compañía comenzó a ser sinónima de prestigio.

En 1909 llegó la primera estilográfica con sistema de seguridad, la Rouge et Noir, y en 1910 se registró la actual denominación de la empresa, coincidiendo con el lanzamiento de una pluma homónima técnicamente perfeccionada con la estrella blanca por primera vez sobre el capuchón.

Desde entonces, Montblanc y su famoso emblema fueron de la mano consiguiendo diferentes hitos. En 1924, se lanza la apreciada colección Meisterstück. Dos años más tarde, en el 1926, sus productos son conocidos en sesenta países más allá de Alemania. Y en 1926, por primera vez, se incluye sobre el plumín de una de sus plumas el número 4818, el de la altura de la famosa montaña de los Alpes.

La compañía, entonces, termina por adoptar completamente el nombre del accidente geográfico, oficializándose en 1934, y expande su negocio un año más tarde con productos de peletería. Esta sería la primera piedra para la construcción de una firma de lujo que a lo largo de los años, además de plumas estilográficas, ha impreso e imprime su sello en cuadernos, otros útiles de escritura, relojes, fragancias, complementos de moda o incluso joyas.

Montblanc representa a día de hoy refinamiento, calidad, lujo y excelencia. La maison es tradición mantenida a los largo de los siglos.

Toni Castillo
Toni Castillo

La curiosidad a veces me pierde y la inquietud hace que me embarre. Pero sin la una y la otra no sería lo que soy. Me gusta lo sencillo, lo simple, tener respuestas y, si no las encuentro, sacar enseñanzas. Levantarse si se cae. Andar y no parar. Sin la tecnología no sería nadie, pero sin un pedazo de papel y un lápiz me encuentro perdido. De ciudad, pero de campo. De mar, pero de montaña. Hedonista de las pequeñas —y a veces grandes— cosas. Definirse no es sencillo, pero al menos lo he intentado.