Retrato de Mey Hofmann
P. Robert Minguito

Mey Hofmann, la maestra de la gastronomía

Bien Hecho

Cuando pocos apostaban por la hostelería, y mucho menos por la cocina de vanguardia, Mey Hofmann puso en pie en Barcelona la escuela que llevaba su nombre. Un espacio por el que han pasado desde 1983 más de 20.000 alumnos.

Si se mantuvo habitualmente en un segundo plano, fue porque así lo quiso. Si su nombre no es conocido por el gran público como referente de la gastronomía, es porque decidió quedarse donde esta se hace posible, entre fogones. Centrada única y exclusivamente en la que eran sus principales pasiones: cocinar y enseñar a cocinar. Durante años y años, hasta su muerte el pasado mes de mayo a los 69 años a causa de un cáncer, apenas se alejó de unos fuegos, un buen plato o una clase de cocina.

Mey Hofmann (Barcelona, 1947) fue una absoluta pionera. Hija de un ingeniero alemán y una concertista de piano catalana, estudió en el Liceo Francés y se formó en ciencias económicas, arquitectura de interiores, gemología o diseño de joyas, pero lo que de verdad la apasionó, fue la cocina. Una afición que descubrió mientras pasaba los veranos en un internado del suroeste de Alemania.

Mey Hofmann en la cocinaEscuela Hofmann

En el momento de lanzarse al mundo profesional, optó por las joyas. En su Barcelona natal abrió un pequeño negocio y comenzó a trabajar, pero sin dejar de lado los fuegos. Porque su autoempleo lo compaginó con las clases de cocina que comenzó a impartir en un establecimiento dedicado a la venta de productos para la hostelería. Siendo poseedora de un diploma Cordon Blue y habiendo pasado por la escuela Lenôtre, la gastronomía —y especialmente la más contemporánea— se encontraba instalada en lo más profundo de su ser.

No pasaría demasiado tiempo hasta que decidiese dejar atrás la joyería, y también las clases por cuenta ajena, para convertirse en emprendedora y poner en pie, de la nada, una escuela de cocina. Una tarea compleja, más si cabe, en un mundo en el que el emprendimiento femenino no era lo habitual.

Sin embargo, con su determinación, buena hacer e instinto, la Escuela Hofmann se convirtió en realidad en el año 1983. Cuando pocos apostaban por este mundo y mucho menos gozaba de la popularidad actual. Cuando pensar en cocina de vanguardia, en creaciones que en gran medida se inspiraban en la afamada culinaria francesa, resultaba extraordinario. Cuando enseñar a sus alumnos gestión empresarial e idiomas, parecía casi una excentricidad.

Mey Hofmann entre cocinerosEscuela Hofmann

Por sus cocinas y clases pasaron grandes chefs invitados, como Juan Mari Arzak o Alain Ducasse. Algo nada frecuente en la época, pero que ella comenzó a hacer. Con el tiempo, la formación de aprendices de cocinero dio pie a la creación de un restaurante, también llamado Hofmann y que tiempo después recibiría una estrella Michelin, donde los alumnos colaboraban. A él se sumó, años después, una pastelería y otros negocios bajo su sello, así como la publicación de varios libros, como Fuego y pasión en la cocina, publicado en 2002, con prólogo de Juan Mari Arzak.

Alumnos suyos fueron grandes cocineros como los hermanos Torres, responsables del restaurante barcelonés Dos Cielos, importantes divulgadores de la gastronomía en los medios de comunicación, como Mikel Iturriaga, y notables críticos, como Philippe Regol. Y amigos, admiradores o devotos, prácticamente cualquier importante nombre de la gastronomía de este país. Ferran Adrià, Carme Ruscalleda, Martín Berasategui, Andoni Luis Aduriz, Nandu Jubany, Ramon Freixa, Jordi Cruz, Juan Mari Arzak, Carles Gaig, Raül Balam, Fina Puigdevall, Xavier Pellicer o Sergi Arola, por nombrar solamente a unos pocos. Mucho se le debe.

Toni Castillo
Toni Castillo

La curiosidad a veces me pierde y la inquietud hace que me embarre. Pero sin la una y la otra no sería lo que soy. Me gusta lo sencillo, lo simple, tener respuestas y, si no las encuentro, sacar enseñanzas. Levantarse si se cae. Andar y no parar. Sin la tecnología no sería nadie, pero sin un pedazo de papel y un lápiz me encuentro perdido. De ciudad, pero de campo. De mar, pero de montaña. Hedonista de las pequeñas —y a veces grandes— cosas. Definirse no es sencillo, pero al menos lo he intentado.